Cómo experimentar la presencia de Dios y hacer la diferencia.

Como experimentar la presencia de Dios

Mensaje del Director:

Cómo experimentar la presencia de Dios y hacer la diferencia. En la vida de todo ser humano se viven momentos felices y desgraciados. Ninguno de ellos suele ser permanente sino circunstancial, aunque la huella que provocan los desafortunados no se olvidan fácilmente. Los cristianos o creyentes no son en esencia diferentes a la mayoría de los que no creen. Una misma cosas sucede en la vida de unos y otros, momentos de alegría y de profunda tristeza. Pero en la vivencia de los que confiesan a Jesús puede notarse una notable diferencia. Aquellos que transitan su camino en estrecha relación con Dios y otros cuyo conocimiento del creador es solamente intelectual. Comprenden la palabra de la Predicación, Consejería o Conferencia pero luego no forman parte de su naturaleza. Alguien que está cerca de la hoguera, pero no siente el calor de las llamas. Semejantes a los discípulos que iban rumbo a Emaús, caminaban junto a Jesús pero no eran conscientes de su presencia.

Cómo experimentar la presencia de Dios cuando se ora.

Siempre me regocijo en la palabra del Señor. El lo dice y más que recordarlo deberíamos hacerlo nuestro primer momento especial de cada día. «Me encuentra quién temprano me busca» Seguramente cuando abres tus ojos cada mañana no lo haces en tu cocina, el patio o el baño. Sino en el lecho donde has permanecido durante cada noche. De ti depende que cada jornada comience experimentando la presencia del Creador en ese sitio aun antes de abandonarlo. Y pintar ese momento con el color que tu imaginación prefiera. Estás hablando con Dios, no uses de rutina con Él. Porque el nuevo día no es una repetición del anterior sino otro diferente lleno de posibilidades. Tantas como tu mente pueda desear y eso es precisamente lo que Dios quiere escuchar. Lo dijo Jesús recuerda «Cuando ores no uses de vanas repeticiones» No hagas siempre lo mismo, en esos primeros momentos del día desarrolla tu comunión con el creador. Eso más que cualquier otra cosa potenciará tu día y tu energía para vencer las dificultades. Alégrate en su presencia.

Cómo experimentar la presencia de Dios en la congregación.

Si adoptas la conducta que sugiero en los párrafos anteriores cuando concurres a congregarte serás un creyente que derrocha alegría. Capaz de soportar las cargas del día y apoyar a cuantos se encuentren apagados. Es tremendamente frustrante para cualquier predicador subir al púlpito y ver rostros alicaídos y ojos apagados. Eso indica que no se ha buscado en oración la presencia de Dios antes de la reunión. No olvidar «Al que pide se le da, quien busca encuentra y al que llama se le abre» En una ocasión al terminar la reunión una joven me pidió oración, luego de hacerlo ella comenzó a llorar. Cuando le pregunté cuál era su problema me respondió: Estuve  toda la mañana con un dolor de cabeza insoportable, muchas gracias ahora se me fue el dolor. No era necesario esperar hasta la tarde, cuando buscando al Señor en la mañana habría encontrado antes la solución. Muchos parecen confiar más en el predicador que en el Señor. Ningún predicador hace milagros, eso lo realiza exclusivamente el Señor. No necesitas buscar un mediador cuando el camino a Dios está abierto.

Cómo experimentar la presencia de Dios y actuar en consecuencia.

El salmista escribió «Yo me alegré con los que me decían: A la casa del Señor vamos»  Con esa determinación es cómo debemos congregarnos como Iglesia. Allí es donde confraternizamos con cada creyente y aprendemos como convivir con nuestras diferencias. Donde la palabra expresada desde el púlpito nos provee de las herramientas necesarias para nuestro crecimiento y conocimiento de Dios. Es ahí precisamente donde cada discípulo y todos lo somos independientemente de cada posición; nos desarrollamos. Como el alumno en el aula aprende en cada clase de la materia específica y luego practica hasta perfeccionarla. Asi somos y nos conducimos en nuestra tarea individual, como miembros del cuerpo de Cristo en la tierra. Como hijos e hijas de Dios coherederos de la gracia y prisioneros de la esperanza caminamos rumbo a la gloria. Asidos de esa bendita promesa Señor Nuestro y Dios nuestro percibimos claramente las puertas abiertas de la eternidad. Jesús hizo  todo cuanto era necesario.

 

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