Unanimidad. Sean todos de un mismo Sentir y conquistaremos el éxito.

Unanimidad. Sean todos de un mismo sentir y lograremos el éxito.

Mensaje del Director:

Unánimes. Sean todos de un mismo sentir. Incluso personas que no han tomado una decisión de fe por Jesucristo, promueven la unión como objetivo común. De esa forma logran resolver algún asunto importante que les afecta a todos. Mejorar las condiciones de trabajo, de remuneración y calidad de vida. Ello produce un resultado conforme al propósito de las partes. Dejar de lado diferencias individuales en su afán por encontrar un acuerdo que les beneficie a todos por igual. El slogan «La unión hace la fuerza» es el pensamiento predominante.
En el cuerpo de Cristo, la Iglesia con mayor razón deberíamos observar este mismo pensamiento de unanimidad. El motivo principal de las reuniones es Jesucristo mismo como motivo de comunión. Y en este punto no pueden existir dos opiniones, él es el centro y la razón de la congregación. Cada miembro debe latir al unísono con Él y un único propósito. Funcionar siempre para el bienestar del cuerpo, del cual Cristo es la cabeza.

Unanimidad en la Unidad es nuestro propósito.

Ese y no otro es el fundamento con el cual la Iglesia puede y debe funcionar como tal. Siendo todos de un mismo sentir y actuar en beneficio de la causa. Debemos reconocer que no estamos haciendo lo suficiente en ese aspecto.
No es lógico esperar milagros y crecimiento, si cada miembro al congregarse lo hace en función de sus intereses personales. Todos deseamos que haya un verdadero avivamiento en la congregación. Pero solo lo lograremos cuando dejemos a un  lado el interés particular.
Mientras unos oran rogando por lluvia, otros claman por un día soleado. Algunos alaban mientras otros dialogan. Pocos se alimentan con el sermón, el resto observa el reloj y espera que se abran las puertas. Si deseamos recibir bendiciones en nuestros días, debemos volver a las sendas antiguas. Tenemos más de un espejo en el cual mirarnos.

Unanimidad  real en Pentecostés

«Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unidos en un mismo sentir.» Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados.  Hechos Cap. 2 versos 1 y 2. Observemos ¡Unánimes-Juntos! Esto es; Verdadero Espíritu de Cuerpo.
Nuestra propia naturaleza humana nos brinda una excelente lección. El ojo no mira para sí, sino para que la persona pueda ver. Los brazos no son autónomos obedecen al mandato del cerebro. Los pies trasladan todo el cuerpo. El corazón bombea el líquido vital, mientras que los pulmones oxigenan la sangre y la devuelven al torrente sanguíneo. El oído percibe los sonidos para que se pueda determinar su origen. Podría continuar con las funciones de los miembros del cuerpo humano, que son innumerables y extraordinarias.
Cuando cada miembro cumple cabalmente su rol, el cuerpo vive con salud y bienestar. Cuando ello no acontece aparece entonces, la enfermedad.

El deber del cristiano.

Para sus asuntos individuales el cristiano tiene su mejor oportunidad en su propia habitación. Después que cierra la puerta de su alcoba se abre un universo de posibilidades. En la intimidad, puede buscar  la comunión con el Señor. Hablarle de sus dificultades, logros, afanes y todo cuanto quiera referirle. En ese ámbito debe buscar y encontrar soluciones a sus problemas personales. Así se  potenciará plenamente para que cuando se constituya como miembro de la congregación. De esa forma puede cumplir a cabalmente su función en beneficio de la misma.
A cada uno le fue dado un talento para provecho. Cada miembro del cuerpo debe comprender que su función no es su propio beneficio. Sino cumplir fielmente su tarea para que el cuerpo o la organización crezca, se desarrolle y cumpla sus fines. En la iglesia se debe promover la unanimidad antes que la individualidad. Solo así el cuerpo o sea la organización puede funcionar armoniosamente y provocar un verdadero impacto en la sociedad.
Créanlo, la sociedad lo está necesitando, Dios lo puede volver a hacer y está en nosotros pedirle que lo haga. Somos sus ojos, sus manos, sus pies. Si alguien desea sumarse, puede hacerlo Él te está esperando.

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