La Obra de Dios a la manera de Dios.

La Obra de Dios a la manera de Dios

Mensaje del Director:

La Obra de Dios a la manera de Dios. La vida esencialmente es una gran aventura. Provee todo lo que el ser humano puede imaginar hacer y alcanzar con un valor agregado, el costo. Algo siempre debe ser hecho primero para luego poder conquistar lo que se desea. Teniendo esto en mente tanto el adolescente joven y adulto se estará equipando con todo lo que necesita para vivir. En la vida todo cuesta. Llamemos, constancia, esfuerzo, perseverancia, ejercicio de la voluntad, sentido de excelencia y sacrificio. En el comienzo de la creación Dios dio a Adán en Edén todo lo necesario para vivir. Pero a cambio debía cuidarlo para mantenerlo, eso suponía un precio, trabajar todo el tiempo con inteligencia y perseverancia. Como excelentemente lo expone en su libro el Dr. David Jeremiah, Dios le había provisto con todo lo necesario. Pero cómo no hace acepción  de personas, también lo extendió a nosotros. Herramientas junto con la obligación y la responsabilidad al usarlas.

La Obra de Dios es vertical.

De su Trono y Majestad se expresan su voluntad sobre todo lo creado, pensamiento acción y orden. El estableció lo que debe ser primero, el desarrollo de lo demás y hasta lo último de este sistema de cosas. En su infinita misericordia permite la desobediencia aunque advierte de sus peligros. Ha dicho «Me amarás» pero a nadie obliga a hacerlo, cada cual decide si lo hará o no. Lamentablemente el primer hombre en el Edén, prefirió escuchar la voz de su mujer antes que obedecer al Creador. De esa desgraciada decisión toda la humanidad incluido yo tú y todos los demás estamos padeciendo las mil y una. Excelente cosa que el hombre y la mujer de hoy debieran recordar; además del rol y lugar de cada cual. Su diseño fue la complementación no la igualdad. Muchos parecen querer ignorar que no somos iguales, ni tenemos que hacer las mismas cosas. Gracias a Dios somos diferentes. Una cosa es ser Hombre y otra ser Mujer. Zapatero a sus zapatos.

La obra de Dios a través de su Iglesia.

El Señor bien podría haber decidido hacer las cosas a su modo y voluntad independientemente de nosotros. Pero le agradó hacerlo dando participación a todo ser humano que aceptase libremente un compromiso verdadero con su Hijo Jesucristo. Quién fundó su Iglesia separó y formó a sus primeros discípulos en el principio de la misma. Él es la cabeza del cuerpo la Iglesia, de la cual sus discípulos son constituidos miembros. Aquí es necesario  puntualizar algunas cosas. La Iglesia del Señor llamada también la Iglesia Invisible la constituyen todos los creyentes de todas las épocas. Como en la antiguedad; se reúnen hoy en varios países y ciudades con un nombre que las identifica. Se las conoce como la Iglesia Local, aunque no todos los que congregan en ellas formarán luego parte de la Iglesia Invisible. Esto es así porque muchos son llamados, pero pocos al final los escogidos por el Señor. De la siembra a la cosecha.

La Obra de Dios en parte, aun inconclusa.

Ningún engranaje puede funcionar normalmente con otro si le falta algún diente. Lo mismo ocurre con un automóvil si cada una de sus piezas no cumple su función. Nuestro propio cuerpo está constituido por cientos de células diferentes que desarrollan miles de funciones por segundo. Gracias a ello es que estamos vivos y con salud. Pero la Iglesia actual a diferencia de la antigua no funciona como cuerpo, que tenía en todos un mismo sentir. En la oración del Padrenuestro rogamos «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo» ¿Es esto verdad? Evidentemente no. Por cuanto cada miembro se reúne para que se haga su voluntad personal. Se atienda su deseo o necesidad, antes que la voluntad del Señor. Colocamos a Dios en segundo lugar y en primer lugar nuestro interés. Algo que debemos hacer en nuestra habitación para luego en la Iglesia, crecer en la gracia y el conocimiento de Dios.

La Obra de Dios a su manera.

Si de verdad queremos tener y ver un verdadero avivamiento en los días actuales, pongamos cada cosa en su lugar. Primero Dios y su voluntad, luego nuestras necesidades. ¿Porqué cuesta tanto hablar con Dios en la privacidad de nuestra habitación? ¿No será porque no tenemos una relación personal con Él o estamos haciendo algo fuera de su voluntad? Cualquiera sea la situación no perdamos la bendita oportunidad de abrir nuestra alma y corazón delante del Señor. Despojándonos de la máscara que en ocasiones ponemos delante de los demás, El Señor nos conoce mejor que nadie. Nos ama y se deleita que hablemos con Él acerca de nuestros deseos y problemas y reconozcamos nuestras fallas. ¿Habrá alguien que nos pueda escuchar y ayudar mejor que Él, que merece nuestra devoción respeto y agradecimiento? Estemos a cuentas con Dios. Que permanezca presente cada segundo de nuestro día y culmine la obra que comenzó en nosotros cuando lo aceptamos. Amén.

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