Mensaje del Director:
Oración; la obra inconclusa de la Iglesia. La vida cristiana no es solamente un conjunto de reglas y ordenanzas que cada creyente decide aceptar. Es esencialmente un compromiso voluntario fiel y formal con el Dios Todopoderoso. Jamás el coarta o presiona la voluntad personal de cada individuo. El libre albedrío siempre ha sido respetado por el Creador. Puede alguien acercarse a Él rechazarlo o alejarse. Pero también puede decidir caminar junto a Él y aprender a conocerlo. Por lo tanto comprender que siempre busca lo mejor para cada cual cuando habla acerca de cómo hacer las cosas. Su amor todo el tiempo, su consejo en cada oportunidad, su protección al momento y la esperanza para siempre. Cuando su plan tuvo tropiezo por causa de la primera pareja humana, envió a Jesucristo a enmendar las cosas. Por medio de Jesús crear una institución con la cual pudiese tener comunión y manifestar su voluntad en la tierra. Así nació la Iglesia, un cuerpo de creyentes de los cuales el mismo Jesucristo es la cabeza.
Oración. ¿Se trata solo de pedir?
Los primeros discípulos de Jesús observaban que siempre se retiraba por largos períodos para orar y ayunar. Esto que hacía y aun no comprendían les llamaba la atención. Más teniendo en cuenta que después sucedían cosas maravillosas les llevó a pedirle a Jesús; enséñanos a orar. Así somos la mayoría cuando algo da resultado, queremos que nos enseñen enseguida como se hace. Todo menos hacer el esfuerzo por reflexionar y pensar en buscar soluciones por nuestra cuenta. Por eso muchas veces nuestra mente pensante no se ejercita lo necesario en la resolución de problemas. Hoy con los medios que la tecnología provee la gente cada vez piensa menos. Esto está pasando en las congregaciones actuales lamentablemente. La oración que Jesús enseñó a sus discípulos y que conocemos, establece un orden de prioridades. Las primeras 4 frases corresponden a las demandas de Dios, A partir de la quinta las nuestras, para culminar nuevamente en el reconocimiento a la gloria y poder del Creador.
Oración. ¿dónde cuando y por qué?
Hay congregaciones que ni siquiera tienen un culto de oración. Me pregunto cómo pueden cumplir con la 4° frase que dice «Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra» Esto establece una relación de comunión entre el cielo y la tierra. Desde luego Dios puede hacer cualquier cosa que desee en el lugar y la forma que decida. Pero Él desea que su voluntad se manifieste a través de la Iglesia que Cristo fundó. Pero la iglesia no está funcionando como cuerpo, no está sincronizada con el cielo menos obedeciendo a su cabeza. Cada día que pasa siento un nudo en la garganta. Me pesa y me duele que Jesús diga en su segunda venida ¿Hallaré fe en la tierra? No piensa acerca de los incrédulos o agnósticos sino a los que se golpean el pecho como creyentes. Los miembros de las congregaciones actuales junto a sus dirigentes deben reflexionar acerca de Pentecostés y lo que allí ocurrió. Esta es la obra inconclusa de la iglesia, que juntos unánimes oremos para que la voluntad de Dios se realice. No para pedir que se haga la nuestra, aun con las mejores intenciones.
Oración, aun estamos a tiempo.
Queridos hermanos y hermanas, no estoy juzgándolos o criticándolos sino intento despertarlos. Cristo fue específico. Para nuestras cosas personales, nos dijo «cierra la puerta de tu habitación y habla con tu padre» Ahí no valen apariencias ni elocuencia ni excusas, Dios te conoce y sabe que necesitas. Jesús dijo «Buscad en primer lugar el reino de Dios y su justicia, las demás cosas serán añadidas» Todo lo que puedas lograr aquí, aquí quedará. Pero si quieres un lugar junto a Jesús, lucha porque su voluntad sea hecha en tu vida. Para desatar o atar algo en el cielo, primero se debe desatar o atar en la tierra. Eso solo lo puede lograr una iglesia cuyos miembros oran como en Pentecostés, teniendo todos un mismo sentir. ¿Qué pasaría con los miembros de tu cuerpo si cada uno actuara independientemente? Estarías enfermo o muerto. Cada miembro del cuerpo de Cristo como Iglesia, no puede actuar para si mismo, sino para que la voluntad de Dios se realice en la tierra como en el cielo. Si la tierra no actúa entonces la obra está inconclusa.