Transmitir valores no significa, exigir cambios de conducta.

Transmitir valores no significa, exigir cambios de conducta

Mensaje del Director:

Transmitir valores no significa, exigir cambios de conducta. En cierta ocasión un incipiente discípulo del Señor recriminó a una joven por su vestimenta. Si Ud. quiere convertirse a Cristo; a partir de hoy, tiene que dejar los pantalones. La joven quedó por un momento desconcertada, pero luego confesó con timidez “es que lo único que tengo para ponerme son pantalones” Bu…bue…bueno respondió el neófito predicador, cuando pueda entonces compre una pollera. Este es un grave problema que divide muchas congregaciones cristianas.  No se comprende qué es presentar el evangelio. Otra muy diferente lo que el Espíritu Santo realiza en el corazón de cada persona. No debemos tomar la iglesia, como funciona un equipo de fútbol o baloncesto. Allí el Director Técnico establece la estrategia del juego. Luego si alguno de los jugadores no cumple satisfactoriamente con su función, entonces es quitado del equipo.

Transmitir no es una orden implícita.

En una congregación se expone el plan de actividades ordenadas para cada miembro. Pero para llegar a serlo es primero el gran director el Espíritu Santo, quien trata íntimamente con cada postulante. Cuando el mismo está convencido de la necesidad de cambiar comienza la conversión. Es en ese momento entonces cuando se  efectúa el efectivo cambio. Luego cada candidato cumplirá los pasos necesarios segun la organización de cada congregación. En ese momento el propio Espíritu Santo, no otra persona lo integra luego en el cuerpo de Cristo la Iglesia. Y le entrega un Don específico para el servicio. Pero no todos quienes concurren a una congregación manifiestan el deseo de llegar a ser miembros de la misma. Esa es una decisión personal y muchos continúan sin definirse durante mucho tiempo y algunos nunca lo harán. ¿Se los expulsa entonces? Desde luego que no, por algo concurren al templo y se les respeta su decisión.

Transmitir  no es prohibir.

El todopoderoso es Dios  de orden y hay cosas que son efectuadas solamente por el. Una de ellas es que jamás se da por vencido con alguien. Continúa trabajando en la mente y el corazón de cada ser humano hasta su muerte. Es el primero que quiere que nadie se pierda. No es un asunto de generación espontánea sino de arrepentimiento, aprendizaje y crecimiento. Eso lleva tiempo y no somos nosotros los indicados a disponer cuánto. Esa prerrogativa le compete solo a Dios. Nadie tiene el derecho de exigir determinado cambio de conducta o prohibir la libertad de elección. El Creador otorga a cada persona, el libre albedrío y eso no es negociable. Cada miembro de cualquier congregación independientemente de su función y lugar, debe tener esto muy claro. No será el primero ni el último que por no cuidar este principio, aleje definitivamente a alguien de Jesús.

Transmitir es Exhortación a tiempo y fuera de tiempo

Se debe predicar lo que la palabra establece, no agregar ni quitar o adornar. Pero no somos nunca los responsables por el cambio. Por favor no te envanezcas ni olvides quien provocó el cambio en Ti. Repito, es quien escucha la voz del Espíritu Santo. El o ella deben tomar la iniciativa de arrepentirse de la forma en que viven y hacer el cambio necesario. Si alguien no está de acuerdo, es su decisión. Nuestra única obligación es exponer toda la verdad a todos, no hacer acepción de personas. Es probable que existan equivocaciones o exigencias fuera de lugar, no somos perfectos. Lo que no es admisible es querer tergiversar o acomodar el significado del texto bíblico buscando beneficios. Hay diferencias notorias. Sabemos por la palabra, que todo aquel que se constituye en amigo del mundo, es enemigo de Dios. Eso marca que debe haber una diferencia radical entre unos y otros.

Transmitir es hablar no desacreditar.

Jesucristo es el ejemplo máximo de sabiduría. Convocó discípulos totalmente diferentes uno del otro, pero en lo fundamental tuvieron el mismo espíritu y sentir. Vamos a encontrar en nuestro camino personas que no piensen y opinen como nosotros. Lo que no es admisible es la intolerancia. Que se encuentren piedras en nuestras manos para arrojarlas sobre aquellos que no concuerdan con lo que predicamos. Nuestras manos siempre deben permanecer extendidas para ayudar a todo el que lo necesite. En nuestro ánimo la tolerancia necesaria y la voluntad para continuar predicándoles. Es Dios quien concede la oportunidad para el arrepentimiento, muchos la aprovecharán y otros lamentablemente la rechazarán. Una de las cosas que producen profunda tristeza es ver cómo se desprecian cristianos, solo por ser de diferente congregación.

El mérito como la gloria, no se comparten.

Quizá muchas veces se confunde el significado de «ganar almas» cómo si el mérito fuese nuestro. Pero el que se nos permita colaborar en la divulgación del evangelio, no lo hace nuestro. Es el Evangelio de Cristo y es el Espíritu Santo quien convence a cada persona ¿acaso nos ganamos nosotros mismos para Cristo? Lo que se nos ordenó hacer eso hacemos. La gloria pertenece a Dios y Él no la comparte con nadie. Su plan para la salvación es perfecto no necesita modificaciones o complementos. Solo es necesario que cada instrumento (discípulo) realice su parte y a su debido tiempo se cosecharán los resultados. No intentes hacer las cosas mejor que Dios, no puedes ni sabes. Tampoco conoces su pensamientos, los desconoces. Por último, que no pase por su mente el deseo de hacer las cosas a tu manera, ni lo pienses. Él siempre se sale con la suya.

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